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domingo, 20 de septiembre de 2009

Arpías, las Arrebatadoras.

Los griegos nunca se pusieron de acuerdo en cómo representarlas. A veces aparecen con busto, brazos y cabeza de mujer, pero cubiertas de plumas; en otras versiones son simplemente pájaros con cabeza de mujer.

Eran hijas de la ninfa Electra y de Taumas (Thaumas, "milagro"). Tenían su residencia en las islas Estrofiadas (o Estrófades), después de haber sido arrojadas de las Boréadas.

Aelo ("vuelo tempestuoso", a veces llamada Nicótoe), Ocípete ("viento veloz") y Celeno ("la oscura", agregada luego por los romanos, y considerada como la más cruel de las tres) eran la forma imaginada de las fuerzas incognoscibles de la naturaleza, particularmente de los vientos, quienes suelen erosionar con voracidad el territorio griego. En cuanto a su número, los autores tampoco logran ponerse de acuerdo, para Hesíodo hay sólo dos Arpías, aunque otros aseguran que son tres, ocho, nueve, o doce. Nosotros hablaremos de las tres más conocidas, aunque nos apresuramos a aclarar que nuestra favorita no aparece en este tridente, por lo que nos tomaremos la libertad de decir unas palabras sobre ella.

Homero cita en un pasaje de la Ilíada (ahora no recuerdo cuál, pero sospecho que es en el libro VI) a una Arpía llamada Podarge, quien tras tener comercio amoroso con el viento Céfiro, da a luz a Janto y Balio, los caballos de Aquiles. Creo que esa es su única intervención en el ciclo troyano, pero siempre guardé su nombre en el corazón ya que es el primer nombre griego que logré traducir (o intuír), gracias a su similitud con el nombre de otro personaje, esta vez de la saga del Anillo de Tolkien: Podarge significa "Pies ligeros", al igual que el caballo de Theoden, rey de la Marca.

Me apresuro a pedir disculpas por una disgresión tan poco académica. Sigamos adelante.

Hesíodo, siempre agudo en cuestiones descriptivas, vocifera que las Arpías eran figuras aladas, de largas y onduladas cabelleras, más rápidas que cualquier ave conocida, incluso más veloces que el viento. Para Virgilio, más poeta que mitólogo, las Arpías son aves con cabeza de mujer, de garras encorvadas y con un vientre que exhalaba vapores inmundos. Vivían demacradas por un hambre feroz que jamás lograban satisfacer. Pestilentes y feroces, todo lo devoraban, emitiendo chillidos espantosos, espejos de una voracidad que no puede saciarse.

La palabra Arpías (Harpyas) es griega, y significa algo así como "las que raptan, las que arrebatan", aunque si hubiese que traducirlas en una sola palabra, creo que la ideal sería "Ladronas". En un comienzo tenían una tarea bastante noble: arrebatar a los demonios las almas de quienes iban al infierno. Pero luego todo cambió, aunque esto no debe sorprendernos, ya que los designios de Zeus siempre fueron insondables.

Como tarea divina se dedicaban a amargar la vida de cierto rey Tracio, quien podía profetizar el futuro a los mortales, razón por la cuál, los dioses lo privaron de la vista; permitiendo que las Arpías le arrebatasen la comida, dejando en su lugar sus pútridos excrementos; y así el pobre Fineo andaba siempre famélico, sin voz ni voluntad para dar oráculos. Afortunadamente, cierto día llegaron Jasón y sus argonautas, quienes valiéndose de la astucia consiguieron ahuyentarlas.

Hay un episodio en la Eneida, donde Eneas y los demás sobrevivientes troyanos se encuentran con las Arpías en las islas Estrófades. El encuentro es a la vez brutal y cómico: las Arpías les arrebatan a los troyanos la comida, y mientras huyen, Celeno gira en el aire y los maldice, diciendo que los troyanos estarían tan hambrientos que terminarían comiéndose las mesas antes de que el sol se ponga. Los exiliados de Ilión huyen, atemorizados y sensatos.

Con el tiempo, las Arpías abandonaron los textos mitológicos para venir a simbolizar a las mujeres difíciles de tratar. Es curioso, los hombres consideramos a una mujer como Arpía siempre que sus intenciones sean opuestas a las nuestras. Caso contrario, pasamos a llamarlas "Mi Amor, Cariño, Mi Reina", y demás puerilidades.

Remito al lector curioso ciertas investigaciones realizadas por un equipo de científicos, todos ellos divorciados, quienes afirman, en voz baja, que las Arpías griegas simbolizan en realidad a la mujer en ese indeseable estado que llamamos matrimonio. Nosotros, más cobardes que prudentes, no avalamos la veracidad de esta hipótesis.

Advertimos al inquisitivo lector de abstenerse de utilizar este epíteto con una dama, ya que además de grosero, es peligroso.
Kathakano.

Vampiro original de la isla de Creta. Es muy similar en sus rasgos y costumbres a los vampiros del oeste de europa.

Como dato extraño diremos que la única manera para matar a un Kathakano (según los cretenses, claro) es hirviendo su cabeza en vinagre. Casi siempre se lo representa haciendo muecas espantosas con su boca, la cual es desmesuradamente grande.

Suele escupir sangre sobre la piel de la víctima produciéndole terribles laceraciones, y su propio cuerpo está cubierto de quemaduras y pústulas que exhalan un hedor insoportable.

En Creta existe una larga tradición de mitos y leyendas asociadas a los rigores volcánicos. Ya en los mitos griegos podemos encontrar muchos paralelos entre los seres mágicos de la isla y las idealizaciones de los ignotos poderes volcánicos. Por lo tanto no es descabellado imaginar a un vampiro cuyas características esenciales sean el hedor, las llagas, las ampollas y las laceraciones.

Menos curioso es el antídoto necesario para eliminar a este ígneo vampiro, el vinagre, que como todos sabemos, neutraliza las quemaduras leves.
Gomory.
La Maestra del Sexo.

Bellísimo demonio femenino que monta en un elegante camello, coronada con una diadema y envuelta en una túnica casi transparente. Su especialidad es volver apasionadas a las mujeres indiferentes e incluso frígidas. Aquellas que se encomiendan a su protección, descubren con asombro todas las maravillosas posibilidades de su sexualidad.

Claro que todos los dones tienen su lado oscuro, y el de los otorgados por Gomory son ciertamente sombríos.

Muchas de las damas que claman por su ayuda para mejorar su inexistente vida sexual, lo hacen sólo mediante la imposición de sus maridos. Terrible error del que pronto se lamentarán, ya que Gomory ayuda a las mujeres frígidas e indiferentes, y no a las insatisfechas. Imaginamos que los hombres del desierto no son, siguiendo una medida occidental, demasiado "atentos" en cuanto a la satisfacción femenina; y cualquier problema de lubricidad es atribuida a la frigidez, y no a la falta de pericia en las caricias viriles.

Gomory no tolera esta situación, no soporta que una mujer quede insatisfecha por la insensibilidad del hombre, por lo que revierte la situación de manera drástica; haciendo que las insatisfechas damas se conviertan en verdaderas vampiresas del sexo, logrando consumar durante horas todas las fantasías que hasta ese momento sólo pertenecían al sueño y a la utopía.
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no veas

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la maroma

pantano alo lejo

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la villuela

subida a la maroma

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bartha