Vistas de página en total

jueves, 10 de febrero de 2011

romance de abenamar

¡Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida:
moro que en tal signo nace
no debe decir mentira.

Allí respondiera el moro,
bien oiréis lo que decía:
– No te la diré, señor,
aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro
y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho
mi madre me lo decía:
que mentira no dijese,
que era grande villanía;
por tanto, pregunta, rey,
que la verdad te diría.

–Yo te agradezco, Abenámar,
aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos?
¡Altos son y relucían!

– El Alhambra era señor,
y la otra la Mezquita;
los otros los Alixares,
labrados a maravilla.
El moro que los labraba
cien doblas ganaba al día,
y el día que no los labra
otras tantas se perdía.

El otro es Generalife,
huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas,
castillo de gran valía.

Allí habló el rey Don Juan,
bien oiréis lo que decía
– Si tú quisieses, Granada,
contigo me casaría;
darete en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla.

– Casada soy, rey Don Juan;
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene
muy grande bien me quería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

no veas

no veas
la maroma

pantano alo lejo

pantano alo lejo
la villuela

subida a la maroma

subida a la maroma
bartha