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miércoles, 13 de octubre de 2010
Hay un espacio real, lógico, en el que vivimos. Es un mundo visible y objetivo, palpable, común, en el que nos movemos con cierta soltura. Pero también existe otro espacio, el de los sueños, que parece igualmente verdadero, al menos cuando estamos inmersos en él, pero que no podemos controlar. Ese espacio de los sueños, al que nos vemos arrastrados cada noche, funciona con la lógica que se nos escapa, es irreal, y habitualmente nos parece absurdo. Está ahí, sin duda, y aunque lo fabriquemos nosotros mismos, desde el inconsciente, apenas podemos entenderlo. Es otro mundo. Pero hay un tercer espacio que no es ni uno ni otro. O, mejor dicho, que es un poco uno y un poco otro. Es un lugar fronterizo entre la realidad y el sueño, un lugar intermedio, que el psiquiatra D. W. Winnicott llama "espacio transicional".
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